Periodismo y relaciones públicas, una relación polémica por naturaleza
Por Oscar J. Serrano
Vocal de la Asppro / reportero de Primera Hora
15 de octubre de 2004
Si ejercer la profesión éticamente fuera tan fácil como enunciar un lema, el de esta convención sería la panacea: "La verdad comunica".
Nadie estaría en contra de eso. El relacionista público vive o muere por su capacidad de exponer la verdad que interesa su cliente. El periodista vive o muere por su capacidad de presentarle al público la versión más completa de la verdad que su preparación le permita recopilar y procesar.
Esos intereses muchas veces chocan y, de hecho, yo tengo que confesarles que no tengo problema con conceptualizar la relación entre ambos como una polémica por naturaleza.
Estoy seguro que la sesión de preguntas que sigue a esta intervención probará eso.
Pero antes, ¿qué es la ética para la Asociación de Periodistas de Puerto Rico (Asppro) que tengo el honor de representar aquí hoy?
Nuestro Código de Ética expone la aspiración de brindar al pueblo una información íntegra, honesta y altamente confiable. También anuncia el propósito de cada periodista de ver su centro de trabajo como instrumento de mejora social. Además, nos dice que estas metas se consiguen difundiendo informaciones balanceadas, claras, y libre de prejuicios.
Finalmente, quiero llamarles la atención al mandamiento ético que enfatizaré en estos breves minutos: la objetividad.
El Canon cuarto de nuestro código dicta que “la verdadera objetividad se logra cuando el periodista se cuida de informar honestamente” y que “una conciencia bien formada y respetada es la única garantía efectiva de la objetividad periodística”.
Notarán que no hay un intento de definir la objetividad en términos científicos o absolutos. No lo hay porque no es posible. Igual que los monjes franciscanos, la objetividad es la túnica con la que el periodista anuncia al mundo su devoción profesional. Pero la túnica no está por fuera sino por dentro, es un intangible que cada uno teje en su interior y que, por tanto, puede venir en tantas versiones como periodistas hay.
Estas características de la objetividad tienen un efecto que a casi todo el mundo se le olvida: nadie puede imponerle a un periodista una definición de lo que es ser objetivo.
Sin embargo, ese es el primer armamento que los sujetos de la noticia, y sus relacionistas públicos, sacan de su arsenal para atacar al periodista que escribe sobre ellos. En los peores casos, usan esta arma como el que levanta un crucifijo para alejar algún espíritu maligno.
No estoy aquí para excusar a nadie. Estoy seguro que todos ustedes tienen al menos una historia de terror relacionada con algún periodista obstinado. Si la historia tiene que ver conmigo, aprovechen y recuérdenmela.
No estoy aquí tampoco para argumentar que la naturaleza personal que tiene la objetividad periodística deba ser presentada como una licencia para matar.
Más bien, quisiera que entendieran un poco lo que yo llamo la objetividad “comprometida” o “activa” que entendemos que deben tener los periodistas modernos si quieren cumplir con sus deberes éticos.
Lo de “comprometida” lo presento como una contraposición a esa concepción “pasiva” de la objetividad que muchos periodistas todavía defienden porque le hace el trabajo mucho más cómodo y que muchos sujetos de noticia y relacionistas reclaman porque garantiza un camino más suave para el mensaje que interesan presentar.
Bajo el manto de la objetividad “pasiva” yo lo que necesito es construir una noticia con lo que dijeron A, B y C si es que A, B y C representan todos los lados de una controversia. Con eso cumplo y, al así hacerlo, me convierto en lo que la compañera Irene Garzón llama una “grabadora con patas”.
Con la objetividad “comprometida” el periodista sólo cumple cuando aplica su criterio balanceado a los hechos para ayudar al público a discernir cuáles son los puntos importantes de la controversia, quién los está evadiendo y quién los está abordando para llegar a una verdadera resolución.
Con el pasivo coge pon cualquiera y cuela el mensaje que quiera, algo que nos convierte en instrumentos de propaganda, demagogia y manipulación.
Con el comprometido, el que quiera montarse en la noticia tiene que justificarse, tiene que esforzarse por contribuir hechos y no retórica y tiene que ofrecer respuestas a los cuestionamientos.
No es darle espacio a una fuente simplemente porque representa uno de los intereses en conflicto. Hay que preguntarse qué me está diciendo, por qué, cómo esto tiene que ver con la controversia, cómo esto podría responder a una agenda de desinformación.
Si estas preguntas no son contestadas de manera satisfactoria hay que tener el valor de señalar en la propia historia cuáles son las deficiencias de esa reacción o cómo es que la misma constituye una tergiversación de la verdad.
El periodista veterano de mil batallas Ryszard Kapuscinski lo expuso de esta manera en su libro Los Cinco Sentidos del Periodista : “Siento que esta teoría llamada objetividad es totalmente falsa y produce textos fríos, muertos, que no convencen a nadie. Yo soy partidario de escribir con pasión. Cuanta más emoción, mejor para el lector. No tengo dudas sobre esto: los mejores textos periodísticos han sido escritos con pasión, transmiten que uno está verdaderamente vinculado y metido en el asunto del cual escribe. La emoción da fuerza al texto”.
La objetividad comprometida llama al periodista a vincularse sin tomar bandos, algo que es realmente una faena en un ambiente comunicativo en el que lo primero que se lanza son acusaciones de estar “abanderizado”.
Pero nadie dijo que esto era fácil. Como se indica en la colección de ensayos Últimas Noticias del Periodismo , “no existe un periodista creíble sin una identidad fuerte”.
Como es de esperar, ustedes se preguntarán cómo pueden desempeñarse para atender las necesidades de un periodista que ejerza una “objetividad comprometida”. Sencillo, recuerden su lema de que “La Verdad Comunica” y desarrollen una respuesta basada en la verdad y en un deseo genuino de comunicarla.
Si apuestan a que pueden confeccionar una respuesta que evada responsabilidades o transfiera acomodaticiamente el foco de atención, sólo ganaran con los periodistas de objetividad “pasiva”. Les sugiero que antes de hacer esto consideren que sólo se necesita un periodista con “objetividad comprometida” para desvestirles el muñeco y dejarlos expuesto a la intemperie.
Algunos entre ustedes estarán preguntándose válidamente dónde en el postulado de la “objetividad comprometida” se pueden poner los límites que todos necesitamos en un sistema de intereses encontrados como el nuestro.
Lo primero que hay que recalcar es algo que aprendí en mi curso de ética en la universidad. La responsabilidad moral es algo individual que presupone la posibilidad de decidir y actuar venciendo las presiones tanto exteriores como interiores.
El libro The Elements Of Journalism lo pone de esta forma: “Al final, el periodismo es un acto de carácter”.
“Como en el periodismo no hay leyes, reglamentos, licencias, ni auto regulación formal... la carga la lleva la ética y el juicio del periodista individual y de la organización en la que trabaje”.
En ese mismo trabajo se nos recuerda también que el principio del periodismo que reúne a todos los demás es que los periodistas tienen una obligación para con su conciencia.
En términos oficiales, la Asppro y el OPC tienen comités de ética en los que se pueden presentar querellas contra aquellos periodistas que sean miembros de la organización.
Pero hay algo bien efectivo que está al alcance de todos. Esta no es una sociedad de un solo periodista ni un solo medio de comunicación. Si usted es víctima de un exceso, eche mano de los demás espacios para darlo a conocer.
Después de todo, y parafraseando otra vez a Kapuscinski, el lector vota cada día sobre la suerte profesional de los periodistas, no cada cuatro anos como les sucede a los gobernadores, sino cada día...
* Ponencia presentada en el Foro "La Verdad Comunica", auspiciado por la Asociación de Relacionistas Profesionales de Puerto Rico.
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