viernes, septiembre 23, 2005

Los titulares de mañana


Los últimos tres días de agosto, en la candente ciudad de Monterrey, al norte de México, un centenar de periodistas de las Américas y España se reunió para discutir sobre lo que puede pasar con la profesión en las próximas décadas.
El encuentro siguió a otro que la Fundación para un Nuevo Periodismo había organizado en Cartagena y Bogotá a finales de junio, y las conclusiones fueron, en los dos casos, tan inesperadas como diversas.
En el seminario de Colombia coincidieron teóricos lúcidos como Jean-François Fogel, el director de la edición virtual de Le Monde de París; Joaquín Estefanía, director de la escuela de periodismo de El País de España, y Jon Lee Anderson, el célebre corresponsal de guerra de The New Yorker.
En Monterrey, las figuras centrales fueron Gabriel García Márquez y el dibujante rioplatense Hermenegildo Sábat, que ganó este año el gran premio de la Fundación por su trayectoria profesional.
Quizá la más notable de las ideas que se enunciaron durante esos días, aunque no la menos evidente, es que Internet está cambiando el periodismo a tal punto que la información no es ya controlada sólo por los medios sino más bien por los usuarios.
Mientras la mayoría de los grandes diarios tiene que hacer esfuerzos formidables para que sus cifras de venta no caigan aceleradamente, ciertos sitios virtuales como el de Ricardo Noblat, en Brasil, logró más de 1.7 millón conexiones únicas en agosto, con un promedio de 200,000 lectores asiduos por día.
Noblat era un periodista sin prestigio y un desocupado crónico. La desesperación - o la desesperanza - lo indujeron a abrir un boletín informativo personal. En la jerga virtual éso se llama un “blog”. Noblat ha sido tan influyente que algunos periodistas de Veja y de O Globo suelen pedirle que los mencione en sus informes para captar más lectores.
El éxito de Noblat demuestra que cualquier reportero con talento e imaginación podría ahora convertirse en un empresario respetable y afortunado casi de la noche a la mañana. Algunos de esos “blogs” sirven como herramientas de propaganda a políticos astutos.
Si bien la radio y la televisión son ahora los canales informativos más usuales en América Latina, ambos lenguajes se preocupan abrumadoramente más por impresionar que por informar a los ciudadanos.
En muchos casos, están en manos de comunicadores improvisados, que se dirigen a sus audiencias como si la compusiera una mayoría de analfabetos.
La televisión sobre todo tiende cada vez más a tomar partido en el orden de las ideas, como sucede con el muy conservador canal de noticias Fox.
A Monterrey asistió Aram Aharonian, director general de la cadena TeleSur, que intenta convertirse en el equivalente de Al Jazeera de la América hispana y que, como se sabe, está sostenida por el gobierno venezolano en un 60 por ciento, con participaciones menores de Cuba, Argentina y Uruguay.
Las objeciones al nuevo canal llovieron sobre Aharonian. Se le dijo que Al Jazeera, a pesar de que su presupuesto depende del emirato de Qatar, ha dado incontables señales de independencia y que acaso no sea tan fácil para él afrontar las presiones de Hugo Chávez y de Fidel Castro.
Con razón, Ahraronian pidió que se le diera tiempo al menos hasta octubre para juzgar los resultados de su gestión y aseguró TeleSur pertenece a los estados que la pagan, no a los gobiernos. Cuando las voces de escepticismo se volvieron torrenciales, prometió solemnemente que ante la menor presión oficial o el menor acto de censura, entregaría su renuncia.
Aunque los medios audiovisuales y la red fueron el centro de la atención en Monterrey, lo que va a suceder en el futuro con los diarios y revistas se revisó en todos los almuerzos, después de haber sido tema central de reflexión en el seminario de Bogotá.
Los medios gráficos no van a desaparecer ni a perder influencia, por supuesto. La exigencia de una mayor calidad narrativa valdrá tanto para ellos como para la radio, la televisión y el interés, que corren con franca desventaja en ese terreno.
Es posible que se vendan menos ejemplares, pero los lectores de diarios tendrán mayor poder político, económico e intelectual.
En Bogotá me tocó reflexionar no sobre los medios sino sobre el periodista como emisor de información y, sobre todo, como conciencia de su comunidad. Elaboré entonces un decálogo con el que se dio fin a esa reunión y con el que ahora cierro esta columna.
1) El único patrimonio del periodista es su buen nombre. Cada vez que se firma un artículo insuficiente se pierde parte de ese patrimonio.
2) Hay que defender ante los editores el tiempo que cada quien necesita para escribir un buen texto y el espacio que necesita dentro de la publicación.
3) Una foto que sirve sólo como ilustración y no añade información alguna no pertenece al periodismo. Las fotos no son un complemento, sino noticias en sí mismas.
4) Hay que trabajar en equipo. Una redacción es un laboratorio en el que todos deben compartir sus hallazgos y sus fracasos.
5) No hay que escribir una sola palabra de la que no se este seguro, ni dar una sola información de la que no se tenga plena certeza.
6) Hay que trabajar con los archivos siempre a mano, verificando cada dato, y estableciendo con claridad el sentido de cada palabra que se escribe.
7) Hay que evitar el riesgo de servir como vehículo de los intereses de grupos públicos o privados.
8) Hay que usar siempre un lenguaje claro, conciso y transparente. Por lo general, lo que se dice en 10 palabras siempre se puede decir en nueve, o en siete.
9) Encontrar el eje y la cabeza de una noticia no es tarea fácil. Tampoco lo es narrar una noticia. Nunca hay que ponerse a narrar si no se está seguro de que se puede hacer con claridad, eficacia, y pensando en el interés del lector más que en el lucimiento propio.
10) Recordar siempre que el periodismo es, ante todo, un acto de servicio. Es ponerse en el lugar del otro, comprender lo otro. Y, a veces, ser otro.

Actress: Emergency landing 'surreal'

LOS ANGELES, California (AP) -- Actress Taryn Manning says flying in an airliner that was the subject of a breaking news story she sat watching on inflight TV was the most "out of body experience I ever had."

Manning, who has appeared in such films as "Hustle and Flow," "Crossroads" and "8 Mile," was among 140 passengers on the JetBlue airliner that had to make an emergency landing Wednesday at Los Angeles International Airport after its front landing gear became stuck in a sideways position. No one was hurt.

JetBlue airliners have satellite television monitors installed in the backs of the seats so passengers can watch TV during their flights.

"When we saw our plane on TV as 'breaking news' ... it was the most surreal, out of body experience I ever had," Manning told talk-show host Craig Ferguson during a taping of "The Late Late Show" on Thursday.

While the plane circled Southern California for three hours to burn off excess fuel before landing, Manning said she, like other passengers, wrote a note to her family.

"I just composed a little something so that if anything happened they would know that our last goodbye wasn't on the phone," she said.

The passengers displayed a range of emotions during the ordeal, according to the actress.

"A lot of the women of course were crying," she said. "There was a gentleman across the way who was writing in his journal and crying, and seeing that isn't easy."

When the plane finally touched down safely amid a shower of sparks and smoke as its front tire disintegrated, Manning said passengers burst into a deafening round of cheers and applause.

"It sounded like Dodger Stadium in there," she said.

miércoles, septiembre 14, 2005

Muere a los 67 años el periodista Rafael Reguero

Miércoles, 14 de septiembre de 2005

Por Omaya Sosa Pascual
end.ososa@elnuevodia.com


Uno de esos periodistas en peligro de extinción en esta época de prisas, de internet y alta tecnología, murió ayer.

Humilde, valiente, puntilloso en la escritura e implacable con sus fuentes, durante casi tres décadas José Rafael Reguero utilizó poco más que su agudo olfato noticioso para desplegar en los principales diarios del país -en el desaparecido El Mundo y El Nuevo Día- los más importantes dramas policiacos de la época.

Sin prisa, ni grabadora. A puño y letra.

“Era tremendo reportero, en mi opinión uno de los mejores, si no el mejor de policíacas que ha tenido Puerto Rico”, sostuvo el fotoperiodista Luis Ramos.

Entre sus noticias más destacadas estuvieron los asesinatos del Cerro Maravilla y las gangas en la Policía en los años setenta y ochenta. En particular, develó la mafia del posteriormente convicto Alejo Maldonado, hechos que luego inspiraron su novela “Alejo y los niños de sangre azul”.

El periodista, bohemio y enchapado a la antigua, se mantuvo activo en el Cuartel General hasta el 2001 cuando enfermó del mal de Lou Gehrig. Ayer las oficiales de prensa del cuartel y algunos veteranos periodistas que trabajaron junto a él le recordaban con cariño.

Las oficiales de prensa María del Pilar Bon y Marilyn Calo señalaron que llegaba tarde, iba a su propio paso y pedía las informaciones del día porque “no era de grabadora”.

“Era un personaje. Venía con su libretita y escribía sus anotaciones. No publicaba todo lo que se le daba: escogía, escudriñaba y buscaba lo que veía interesante. Resaltaba la noticia diferente a los demás, era poético”, recordó Bon.

Por su parte, Agnes Montano, periodista de El Nuevo Día y para los setenta una novata de la agencia Prensa Asociada, lo describió como “afable, audaz y generoso” y recordó cómo la ayudaba a pesar de ser ya un veterano.

“Tenía excelentes fuentes en la Policía y un estilo muy único de redactar, con muchos detalles, fuera de lo común para esa fuente de la Policía. Recuerdo que fue el único que pudo entrevistar a Alejo al día siguiente de que fuese hallado culpable”, apuntó.

El también veterano Manny Súarez, quien laboró por 45 años en The San Juan Star y paralelamente cubrió el caso del Cerro Maravilla, lo distinguió por publicar mucha información exclusiva.

“¿Qué se puede decir? Era difícil competir con él... me hizo sudar”, recordó.

Por su parte, María Judith Luciano, asistente editorial de este diario y colega de Reguero por casi 20 años, revivió cómo este entraba a la redacción, siempre con una libreta en mano y una sonrisa en los labios.

“Siempre tenía sus notas bajo el brazo, para él eran como una biblia, pero lo que más lo caracterizaba era la humildad hasta en la mirada y en el caminar”, afirmó.

Sin embargo, en la calle, con la noticia, Reguero “era de armas tomar”, según su colega Waldo Covas, quien indicó que su vehemente defensa de historias le costó encontronazos con todos los superintendentes de la Policía.

Reguero, quien mantuvo el buen humor y optimismo hasta el final, falleció a los 67 años por asfixia, informó su viuda Teresa Nolasco. La muerte le sorprendió en momentos en que su segunda novela, la autobiografía “Memorias de un desmemoriado”, está en imprenta. El velorio es hoy a partir de las 10:00 a.m. y el sepelio mañana a la 1:00 p.m., ambos en el Borinquen Memorial, en Caguas.

viernes, septiembre 09, 2005

La prensa desata su furia contra el gobierno

Por Javier del Pino
El País Internacional


Washington - “¿Es que no ven ustedes por televisión lo que está pasando?”, le espetaba al Gobierno el periodista de la ABC Ted Koppel después de una conexión con un enviado a Nueva Orleans. La gente había empezado a hacinarse en condiciones tercermundistas mientras el presidente George W. Bush todavía meditaba sobre si debía o no suspender sus vacaciones en el rancho.

La capacidad de movilización rápida de los medios ha remarcado la torpeza del Gobierno en su reacción y ha mostrado un modelo de periodismo inédito en Estados Unidos: el de la rabia.

En un país que retransmitió la invasión de Irak en forma de hazaña bélica, el huracán Katrina ha conseguido lo que parecía imposible: que hasta Fox News, profundamente ultraconservadora, critique al presidente. Quizá la ira nace de una experiencia nueva para muchos periodistas que han podido ayudar personalmente a algunas de las víctimas, con quienes han compartido el uso de sus teléfonos por satélite o el espacio en las barcas que empleaban para moverse por Nueva Orleans.

Esos periodistas, condenados en cada huracán a enviar crónicas ridículas sobre lo mucho que sopla el viento, se encontraron de repente en el epicentro de un acontecimiento informativo de magnitud incomparable. Tim Russert, uno de los periodistas de televisión más conocidos en este país, aparcó su legendaria y empalagosa corrección política para preguntarse en su programa “Meet The Press” “¿Cómo ha podido hacerlo tan mal el presidente? ¿Cómo ha podido estar tan mal informado?”

El miércoles, en la primera rueda de prensa del portavoz de la Casa Blanca desde el mes de julio, los periodistas emplearon un tono venenoso que Scott McClellan no conocía. Les pidió que dejaran de “jugar al juego de las culpabilidades” y repitió cuarenta veces la frase que llevaba escrita en su orden del día: “Tiempo habrá para analizar los fallos, si los hubo”.

Que la prensa estuviera en la zona afectada mucho antes de que llegaran las ayudas creaba una situación absurda: el mundo virtual de la televisión era el mundo real mientras el Gobierno de Estados Unidos parecía vivir en una galaxia ajena al paso del tiempo o al ritmo de los acontecimientos.

Por eso se produjeron incluso enfrentamientos verbales entre periodistas y políticos. Cuando Anderson Cooper, de CNN, preguntaba desde Nueva Orleans a una senadora de Louisiana “¿No ve usted la indignación que hay aquí?”, Mary Landrieu le respondió: “¿Esto es una entrevista o esta usted haciendo declaraciones?”.

Durante esos días, varios periodistas de Fox News mostraban “extrañeza” por la parsimonia del Gobierno, lo cual, para una cadena marcada por el entusiasmo oficialista, puede considerarse una crítica. Algunas de sus estrellas, preocupadas quizá con el futuro de su contrato, encontraron en sus propias hazañas la manera de no tener que criticar. Geraldo Rivera, el periodista con mostacho de aventurero que cubrió la guerra de Afganistán con una pistola en el cinto “para pegar dos tiros a Bin Laden si me lo encuentro de frente”, narraba con fervor sus proezas como rescatador de desventurados.

La prensa también parece haber descubierto repentinamente que una de las características de este presidente es felicitar a quienes se equivocan. En un país que ha pasado por alto la entrega de la Medalla de la Libertad al director de la CIA que “documentó” la existencia de armas de destrucción masiva en Irak, el periodista Frank Rick considera en The Washington Post que es sólo cuestión tiempo que felicite también a los responsables del desastre.

David Remnick, editor de The New Yorker, llega a decir que Bush actuó “con una delincuencia turbadora”. Ya sólo unos pocos periodistas inasequiblemente conservadores se permiten defender al Gobierno. Rush Limbaugh, líder radiofónico de este país, sigue diciendo que los medios -que, para él, son casi todos de izquierdas- han utilizado el huracán para atacar el Gobierno. Salvo esos casos asilados, “el periodismo parece haber recuperado su razón de ser”, escribe el analista Howard Kurtz en el Post.